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21/4/09

9 de mayo 1945 - 9 de mayo de 2009

A 64 años del Fin de LA GRAN GUERRA PATRIA

Rusia y el aniversario del fin de la II Guerra Mundial
por Mijail Kamynin, embajador de la Federación de Rusia en España.

*Articulo publicado en el diario español EL MUNDO el 05.05.2005 con motivo del 60 aniversario del fin de la guerra.

*Las fotografías que acompañan el articulo pertenecen al gran fotografo
Dimitri Baltermants, que trabajo en el frente como corresponsal de guerra para el periódico Izvestia. Aqui puede ver links con su historia y fotos.
Dimitri Baltermants ó Дмитрий Бальтерманц

En el calendario de grandes fechas de Rusia, el 9 de mayo ocupa un lugar especial. La mera mención del Día de la Victoria hace vibrar el corazón de cada ruso tanto de gozo, como de profunda trizteza. Incluso hoy en día, pasados 60 años, es difícil hallar en el país una familia que saliera indemne de los estragos de aquella terrible guerra. Las duras pruebas que tuvieron que superar los pueblos de la Unión Soviética descubrieron la grandeza del espíritu humano, sacaron a la luz numerosos ejemplos de heroísmo, de verdadero patriotismo, hazañas personales de alcance incomparable.Justamente por esto, aquella confrontación bélica entró en la Historia de nuestro país como la Gran Guerra Patria.

La II Guerra Mundial fue verdaderamente un acontecimiento que marcó toda una época, una batalla global que superaba por su extensión y magnitud todos los conflictos anteriores de la Historia Universal. En ella entraron en colisión no sólo los intereses de los estados e ideologías diferentes, sino visiones diametralmente opuestas e irreconciliables de las bases sobre las que se asienta la existencia de la Humanidad. Pueblos enteros apostaron la vida en esta lucha. Las cámaras de gas y los crematorios de Auschwitz, Buchenwald, Salaspils demostraron qué traía el fascismo y qué futuro aguardaba al mundo en el llamado «orden nuevo». Y los que hoy en día cuestionan en algunos países el significado de la victoria y el papel de nuestro país, olvidan que sin aquel triunfo muchos de esos países no seguirían en el mapa.

El 60 aniversario de la victoria no debe ser pretexto para la confrontación, ni servir para ajustar viejas cuentas o reavivar insultas mutuas. Es simbólico que la Organización de las Naciones Unidas declarara el 8 y 9 de mayo Días de la Memoria y la Reconciliación.En este contexto, se celebrarán en Moscú unos actos festivos en los que participarán más de 50 jefes de Estado y de Gobierno, así como dirigentes de las organizaciones internacionales más importantes. El 8 de mayo se colocarán ofrendas florales en la Tumba del Soldado Desconocido, cerca de la Plaza Roja, mientras que en el Kremlin será organizada una recepción para los veteranos de la guerra y los invitados extranjeros. Al día siguiente, el 9 de mayo, la Plaza Roja será escenario de un desfile militar.Es importante que la próxima fiesta contribuya a la unión de todos los países y pueblos, y sirva para reforzar nuestra solidaridad de cara a los desafíos globales del siglo XXI.

Precisamente por eso, al discutir el tema somos moralmente responsables ante quienes pagaron con sus vidas por la derrota del nazismo, también frente a las nuevas generaciones que sólo conocen la guerra tal y como se la cuentan los manuales y las películas.Es responsabilidad de todos defender la verdad histórica de la guerra, pero también fijar en la conciencia social la correcta comprensión de sus enseñanzas desde el punto de vista del desarrollo del mundo contemporáneo.

En la evaluación de los resultados de la guerra, no se puede admitir la confusión en las referencias éticas y espirituales.El presidente de Rusia Vladímir Putin, interviniendo el 27 de enero de este año en el campo de exterminio Auschwitz, dijo que son profundamente amorales las tentativas de pasar a limpio la historia de la guerra e igualar los derechos de las víctimas y los verdugos, de los libertadores y los ocupantes.

Las afirmaciones de la «exageración deliberada del aporte soviético a la causa de la victoria» no resisten ninguna crítica. En 1944, el frente soviético-alemán era cuatro veces más extenso que todos los frentes en que combatían los aliados de la URSS. En aquel mismo periodo, en el frente Este luchaban 201 divisiones del adversario, mientras que las tropas anglo-estadounidenses tenían que hacer frente a un enemigo mucho menos numeroso. La apertura del segundo frente por países occidentales varió muy poco esa correlación. Los aliados tenían concentrados 1,5 millones de combatientes en Europa Occidental, y los alemanes, 560.000. Al mismo tiempo, en el frente soviético-alemán 6,5 millones de soldados soviéticos combatían contra 4,5 millones de alemanes. Las mayores bajas sufridas por las tropas de Hitler: el 70% de los combatientes y el 75% de todo el material de guerra, incluidos carros blindados, piezas de artillería y aviones, se registraron en los combates contra el Ejército Rojo.

Sin embargo, en 1945 no dividimos la victoria en tantos por ciento.Ni la dividimos ahora. Junto con nuestros aliados, hemos conmemorado el 60 aniversario de la apertura del segundo frente y juntos festejaremos el aniversario de la victoria. La efeméride es una ocasión poco propicia para repartir la victoria, porque la II Guerra Mundial fue ganada por todos los aliados de la coalición antihitleriana. Fue nuestra victoria común. Pero nadie tiene el derecho de minusvalorar el precio que pagaron nuestro país y nuestro pueblo durante la guerra, ni el de reducir la escala de los crímenes de los nazis, menos aún de otorgarles un carácter heroico.

El resultado principal de la guerra no sólo fue la victoria de una coalición sobre la otra: en rigor, fue la victoria de las fuerzas de la creación y la civilización sobre las fuerzas de la destrucción y la barbarie, la victoria de la vida sobre la muerte.

La formación de la coalición antihitleriana puede ser considerada con razón como el éxito diplomático más grande de sus tiempos.La coalición pasó a ser paradigma de la unión de estados ideológicamente diferentes y de sistemas políticos distintos frente a la amenaza mortal común. Hoy, 60 años después, no es necesario simplificar ni embellecer la Historia. Cada Estado que formaba parte de la coalición antihitleriana perseguía sus objetivos y tenía sus propios intereses nacionales. No era fácil lograr la confianza mutua. Sin embargo, sus integrantes supieron elevarse por encima de las discordias relegando todo lo secundario en aras de lo fundamental: derrotar el nazismo. A los adversarios del fascismo les unió la comprensión de que era necesario contrarrestar el mal juntos, sin escatimar fuerzas ni admitir compromisos o concesiones.Una enseñanza que en nuestros días sigue vigente.

La experiencia de la hermandad internacional de armas en los años de la II Guerra Mundial adquiere un significado nuevo cuando la Humanidad afronta un reto global distinto: el del terrorismo internacional, que no es menos peligroso y pérfido que el fascismo.Entre sus víctimas figuran ya miles de personas inocentes. La civilización vuelve a estar amenazada porque el terrorismo hoy día, al igual que el fascismo hace décadas, no tiene nada que ofrecer al mundo salvo violencia y desdén por la vida humana, así como su disposición a pisotear todas las normas de la moral humana, hasta las más elementales, con el propósito de conseguir sus fines fanáticos.

Al igual que ocurriera hace 60 años, es posible combatir semejante amenaza únicamente sobre la base de la solidaridad y la confianza mutua. Los dobles estándares con respecto al terrorismo son tan inadmisibles como las tentativas de rehabilitar a los cómplices fascistas. La concesión a los terroristas de una tribuna pública para que expongan sus criterios misantrópicos es tan amoral y antinatural para la Europa actual como los recientes desfiles de los antiguos soldados de la SS en los países que pretenden demostrar su apego a los valores democráticos.

Nuestro deber ante quienes ofrendaron su sangre para salvar a la Humanidad de las garras del fascismo consiste, ante todo, en poner una barrera segura en el camino de las ideas de intolerancia y superioridad racial, étnica o religiosa, detrás de las cuales se ocultan las pérfidas aspiraciones al dominio mundial que abonan el terreno para las nuevas amenazas. La unidad de los países de la coalición antiterrorista, el desarrollo armonioso de las relaciones entre las diversas etnias y confesiones, la tolerancia y el respeto mutuo, el mantenimiento de la diversidad cultural y el diálogo constructivo y abierto de las civilizaciones: ésas son las exigencias principales para combatir las fuerzas del odio, el separatismo y el extremismo.

Valorando los resultados de la II Guerra Mundial, cabe destacar en primer lugar que la victoria sobre el bloque fascista significó la derrota de la ideología antihumana que fue la base de la política del Tercer Reich. El triunfo creó condiciones importantísimas para una renovación social en el mundo, para el fomento de los ideales de la democracia y el humanismo. La derrota de la Alemania nazista y el Japón militarista abrió el camino hacia el desmantelamiento definitivo del sistema colonial.

Otra de las lecciones más importantes de la II Guerra Mundial es que, en la situación que nos toca vivir, para prevenir una nueva guerra y resolver los problemas globales de supervivencia, todos los pueblos de todos los países deben esforzarse sin desmayo para fortalecer la confianza y la cooperación.

No menos importantes se presentan también las enseñanzas de la guerra desde el punto de vista de la estructuración del orden mundial tras el conflicto. Incluso ahora, pasados 60 años, cuando el mundo ha cambiado muchísimo, los elementos del orden establecido en la posguerra conservan su importancia en la preservación de la paz y seguridad en nuestro planeta. La aspiración a librar la Humanidad de las desgracias de la guerra inspiró a los países de la coalición antihitleriana la necesidad de crear un mecanismo global que pudiera ser garante de la paz y la seguridad: la Organización de las Naciones Unidas. La Carta de la ONU, aceptada por todos, sirvió de base al Derecho Internacional contemporáneo, y es código fundamental de conducta para los Estados y organizaciones internacionales.Sus principios y normas, que superaron las pruebas de la Guerra Fría, no tienen actualmente alternativa en la construcción del nuevo orden mundial, seguro y justo, de la época de la globalización.Garantizar su respeto y cumplimiento sería rendir el debido homenaje a la hazaña de los vencedores de la II Guerra Mundial, y serviría para hacer realidad sus esperanzas, esas en cuyo nombre arriesgaron sus vidas.

Archivo:Copyright.svg“RUSSKIY DOM” - CASA DE RUSIA EN MAR DEL PLATA - 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

gloria al pueblo sovietico!!!
por liberar a la humanidad del fascismo.
gloria a los heroes caidos.

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